cenizas de una madre y sus tres hijos

 conocí hace no mucho a  una bruja con la nariz pequeña que murió con los ojos derretidos. Les cuento... 

En un laboratorio estábamos ella y yo, con dedos prolongados y gargantas secas, esperando a que se cocinara un caldo de verduras. Ese laboratorio, me contó, lo frecuentaron dos señores muy mayores para cocinar ketamina. En la misma pota donde ahora se cocía nuestro caldo, se coció alguna vez ketamina.


Nada raro parecia surgir en el caldo y, aunque hervía con mas calor de lo normal, su olor era tan mágico y penetrante que no osabamos detenerlo. En las esporas de unas setas a la izquierda, podíamos ver siluetas geometricas a través de nuestra lupa.Yo, me entretuve con eso, mientras la bruja con la nariz pequeña removía, hipnotizada, nuestro caldo de verduras. Pasò mucho tiempo que yo empleè en tratar de duplicar esas líneas psicodélicas en mi cuaderno y el estómago de la bruja empezó a rugir. Me dijo que no aguantaba más el hambre y comenzó a llover, le dije, llenemos un cubo de agua de lluvia fría, a ver si calman las burbujas y el calor. Nos pusimos en ello y el cubo de agua de lluvía se tornó de un color amarillo, como los patrones geométricos de las esporas de las setas. Quise impregnar de aquel liquido los sombreros de las mismas pero algo me decía que en el proceso aniquilaria su arte y me contuve. Le di el cubo a la bruja quien, por su parte, se.contuvo de no beberlo. No aguanto mas el hambre, volvió a quejarse, y mi estómago rugiò como respuesta. Hacía años que lo entrené para disfrutar de la sensación de vacío, y no entendía por qué ahora me dolía tanto.


Echò el agua amarillenta y, en vez de combatir la calidez y las burbujas, ambas empeoraron. El olor, sin embargo, se hizo más penetrante...la bruja cerró la olla y la volvió a abrir.


¿Lo hueles? Me preguntó. Yo asentí con la cabeza. La bruja acercó su cara a la olla y las burbujas comenzaron a quemar su piel, oero ella parecía no darse cuenta. Me alarmè. ¡Quita tu cara de ahí! Te vas a quemar. Ella no hizo caso.


Es que huele muy bien..., y se acercó más.?


¡Aléjate de ahí, o tus ojos se van a derretir! Le advertí.


Ella me mirò, sus quemaduras se extendían en las mismas formas geométricas de aquellas esporas, y segun me dijo que lo sabía, metió la cabeza entera en la olla, emitiendo un sonido terrible, sus òrganos ardían en nombre de lluvias amarillentas y caldos de ketamina. Ella era barro y el caldo la.moldeaba con dolor, La presumí muerta pero en su momento pre-mortem, levantó de nuevo la cabeza, vi sus pupilas desintegrarse y sus iris mezclarse con las pestañas, Parecía un helado y quise comerlo, aprecié su nariz pequeña soldarse con su mejilla en una especie de tetera horrible, sus labios escurrirse por su anómala barbilla, HELADO DE FRESA, y yo tenia mucha hambre y ella, era una bruja hierática, apenas geométrica, indescifrable, castigada por agua incandescente...Quise despertar y no pude, me rugía el estòmago y no tenía con què llenarlo, me pudo la desesperación, olía entre bien y mal, entre verdura chamuscada y dientes asados, 

posé mis manos sobre mi vientre, me dolía tanto que pensé que iba a dar a luz, pero ¿a quién? miré a mi izquierda y quise rezarle a esas setas para que cesase mi hambre, y de pronto, escuché, «ahora te toca a ti».

Alcé mi mirada y dejé que los espectadores apreciasen mis laberintos de color negro. Ahora Soy ciega y todo huele a ceniza. Escuché gritos asustados y expresiones de asombro... los aplausos comenzaron a ploriferar, y distinguí  a duras penas una mano que se extendía para tocar uno de mis tirabuzones que descansaba en mi mentón.

¿Esa es su nariz¿ Preguntó una voz masculina.

No lo sè, le respondí, ¿tiene forma de nariz?


Escuché un flash. Me alarmé. No se permiten fotos, dije. Me negaba a ser la única que no pudiese ver mi grotesco. Era solo mío. Los flashes ploriferaron como los aplausos, y cada vez sentía alientos mas cercanos, no veía nada, estaba condenada a imaginar en mi cabeza lo que mis oídos me permitían... lloré y mis Lágrimas sabían  a misería, una mano las limpió yyo me aparté.


Déjelas que caigan, hablé, es lo único que conoceré de mí. 


Lloré y lloré, no había simpatía alguna que me salvase de aquellos flashes que cada vez sonaban con mas intensidad.. parecía una pesadilla y quise despertar, posando mis manos de nuevo en mi vientre de 9 meses, gimiendo de dolor , ¡Va a dar a luz! exclamó alguiencon furor. Tenía razón, y yo me preguntaba, ¿a quién voy a dar a luz?


Alguien me contó que me desmayé. Todo olía a ceniza y yo seguía sin ver.


Has dado a luz a trillizos. Me dijeron y me entregaron lo que yo supuse uno de ellos. Lloré.

Nunca sabré a qué huelen mis hijos. Alguien acarició mi cabeza. «Son 9 kilos de ceniza. 3 cada uno.» Me sorprendí.


«Enhorabuena. Nunca antes había pasado esto.» Esos no son mis hijos, les repliqué.

Sí lo son, dijeron, tenemos un equipo de atención psicológica para las madres primerizas que no reconocen a sus hijos. Es muy común y, siendo tan joven y habiendo dado a luz a tres, su confusión es más que entendible.

No dije nada. Y durante años, no dije nada nunca. Encerré a mis hijos en una vidriera diseñada con la geometría de mis setas y los arrojé en un caldo de verduras. Mi estómago rugía de nuevo, y el olor era penetrante.. nada me detenía de volver a arder como mis hijos ardieron en mi vientre, metí la cabeza en la olla, ahora mis hijos y yo nos cocinabamos en el vientre de esta olla flamenca, conté los segundos mientras seguía con vida, y de pronto, una luz roja alumbró la negritud con la que viví desde que.quemé mis retinas y ahí supe, rodeada de las cenizas de mis hijos, que era hora de volver a empezar. 

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