Tartamudeo en tu pobre oído o La canción más triste del mundo

 Incinerando cuerpos y cuerpos, explico con las manos en alto y el torso en fuego

Que si me estoy quemando yo es porque lo prefiero.

Que no tuve nada nunca, mas que mi vida, y ni siquiera la quería


Que detrás de estas pestañas se esconde alguien que está agotado,

que heredó un idealismo suicida paterno

Y lucha todos los días por no coger una botella de cristal.


La primera ceniza de todos los tiempos fue humana, y las siguientes no son más que una imitación que, diáfana, te cuenta historias y una vida, la tuya, pero no quieres escuchar. 

Temblaban los mundos si me hablabas de paz y yo, inocente siempre, asentía


Te vi en un altar y al día siguiente te quise matar. Habían arañazos y diste un portazo y empecé a preguntarme quién eras. Bebiendo agua ras, riendo sin parar, 

confundiendo la ketamina, estornudando speed. Cientos de personas quieren ser como tú y yo rezo y recé por tener otra vida donde no te conociese


Calamidades llamaba yo a tus te quieros. Con ojos negros, siempre, porque es cuando mejor nos llevamos. Dilatados ambos por...


Juraste cosas. Y luego gritaste otra vez. 

Una crece pensando inocencias y acaba pensando que Dios no es nadie, y lo cierto es que me gustaría escribir en tus cuadernos todo lo que no pude decirte por vergüenza.


<<Por vuestra grandísima culpa tengo que volver a reconciliarme con mi naturaleza, después de que la destruyeseis con vuestras palabras soeces, envueltas de un supuesto amor que no existía, para hacerme pensar que estaba loca, o que tenía demasiada empatía, que no sabía de la vida, como si supieseis más que yo, por mirarme desde arriba. Que al verme a través de vuestros ojos me volví aún más pequeña, por simpatía. Y asentía cada vez que me deciais que me queriais, como si me lo creyese, y me lo creía.


Ahora tengo dos amigas. Me quedan en este sitio cuatro años, os aviso, porque me quemaré de nuevo, y me llevaré conmigo vuestras palabras y vuestros actos, contaminados, contra mí, las huellas de vuestros dedos en mi piel, el simple soplo de vuestros labios cuando os acercabais a los míos, vuestra mirada clavada en mis pechos o mi coño virgen. Me llevaré todo aquello a la hoguera de mi muerte para erradicarlo de una vez, para que nunca jamás de los jamases volváis a resurgir. Ni vosotros, ni vuestros cometidos, ni vuestros sueños narcisistas, ni vuestras ocurrencias, ilusiones, mentiras y suspiros que compartíais conmigo, cada vez que me abrazabais por la espalda y me decíais, 

buenas noches.






Aprenderé a amar cuando el fuego derrita mi corazón y cuando visitéis mi tumba arrasada por la ignición, mientras tratáis de respirar inútilmente entre la humareda de mi vida fundida, el crepitar de las llamas os cantará una canción. 


Ese día lo vais a recordar y no voy a esta

r para veros llorar, al son de la canción más triste del mundo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

arder en el vientre de una madre

las 3 maravillas